sábado, 29 de diciembre de 2012

VII.

Habita en esta pequeña isla una lágrima constante,
que desde adentro se asoma y me late, me late
brotando manantial, manando canto grande.
He decidido que su constante armonía sea eco,
esperanza tal vez, y siempre, mi dulce inmensa.
Recostada sobre el vientre de ésta tierra
fui despojándome de mi musgo y piedra,
reposando tan bella lágrima en el cuenco
sereno, que la luna me presta.

Amanezco y no demoro un instante,
me acerco a tan pura frescura otoñal,
mientras su cristalina, su aire, me bautiza el alma, y me late,
me late hasta el escalofrío pidiéndome más musgo
y piedra, para que cerquen su pureza -mía sanadora-.

Me habita el Alma ermitaña.
Hoy, la he sentido desde la profundidad,
mientras caminaba como errante por uno de los senderos,
penetré en el pequeño bosque -hoy dorado y ocre-
notando, como en mí, su despoblado cuerpo.
Volví al pequeño estanque sintiendo
como mis pensamientos a ninguna parte, arraigaban,
llegué apresurado y tembloroso,
cuándo una gota de mis ojos se posó en su vientre.

Un leve sonido salió de mi boca, era mi voz,
escuchándola extraña, tras un largo tiempo de silencio.
¡ Había olvidado el sonido de mi voz! exclamé aterrado.

1 comentario:

  1. Es tu esperanza la que reposa en ese cuenco, es tu dulzura, tu bondad...es tu esencia más íntima, eres tú, tú...sin más!!

    Un gran abrazo a tu alma!!!
    Sigo leyendo...

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