lunes, 17 de diciembre de 2012

VIII.

" No hay mayor dolor que acordarse de los tiempos felices en la desgracia"
Infierno, Canto V, sentencia 121-123
Dante.

Abrí así la página en blanco del dos mil diez; cansado, muy cansado de bucear por el oscuro lago durante estos dos años anteriores. Aunque hubiera podido olvidar, creo que no habría querido. No importaba el cansancio, comencé el año con un alegre recuerdo, breve, eso sí. Me impregné de la falsa felicidad, el líquido penetraba quemando mi gaznate hasta filtrarse por mis venas gota a gota; Ebrio de la nunca dicha, aspiré una bocanada de aire viciado por el azufre de mis pasos andados y me sentí maldito. ¿Qué Oráculo decidió mi muerte?      

Harto de como estaba del paraíso
escuché la sinceridad de mi alma inquieta
ante la alegría y cinismo 
de un cielo de perdón perpetuo.
El averno, bullía en mi cuerpo,
dejé entonces aquel jardín de rosas
para voladores buscadores de fácil néctar,
zambulléndome por entero al albedrío.

Viaje sin alas blancas, mientras caía buscando mi destino,
agonía, dolor perpetuo por mi ya conocido,
dejando al cielo sus contrapartes
para servidor nunca en vida vivido.

Así fui entregado a mi auténtico destino,
pude entonces morir feliz, alegre, 
abriéndoseme la mente pese a la pérdida consciente
de un cuerpo que fue en vida lastre.

Encontré al poco tiempo la sonrisa soñada, aquella, 
la pícara, al límite de ser malvada,
convirtiéndome entonces en un ser “Divino”
Sonreí viéndome otra vez humano
visité como primer acto mi colorida sepultura, 
flores y música de órgano, sonaba grata melodía.

Aquella armonía perfecta fue interrumpida 
por otros cánticos aún en mi mente recordados.
Me preguntaron insolentes:
- ¿Por qué dolor y desdicha eterna?
- Contesté: caminé por la mortal vida, 
buscando sinceridad y siendo,
encontré dolor gratuito, dolor permisivo
por aquel supuesto todopoderoso. Aquel, que a todos por igual ama.
Y me hablaron los malditos de la suya esperanza
mientras cuerpos inocentes
eran martirizados sin piedad alguna.
No deseo la placidez en vida eterna,
otorgada tras pedir perdón, al miserable.

Entablamos así diálogo silencioso
tan solo razonamiento, la locura y Yo,
¿Sería tal vez este mi castigo perpetuo?
Ni cielo, ni averno y a la vez, sus alegrías y pesares.

En la más absoluta de las oscuridades
fui por un tiempo habitante,
morador en el mundo de las pasiones encontradas. 
Hoy, por ahora, en mi mente atormentada, 
tan solo moran encrucijadas.

Sin cuerpo, el dolor es distinto y no por ello más liviano.
El dolor más extremo, el del alma,
atormentador maldito perfecto; daño, a fuego gravado.

" Libertad va buscando, 
que le es tan cara, 
como lo sabe quien la vida por ella deja "

Purgatorio, Canto I, sentencia 71-72
Dante.

2 comentarios:

  1. Hola Ramón María, entiendo completamente este estado que describes y que en cada una de tus letras manifiestas.
    Abrazos. Rosa.

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  2. Mi querido Ramón!!!!
    Te leo y hasta el alma se me encoge, por no hablar de tu corazón sangrante.
    Qué vida se vive si mueres en vida??
    Qué cruel cruz cargar durante tanto tiempo con esa letanía!!

    Te abrazo, simplemente...te abrazo!!!!

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