Llega la hora del fruto, aquel de aroma ocre primitivo,
de humedades sin hongos, de recuerdos dormidos.
Melancólico sonido azul, marcado por el gris y su frío ritmo.
Llega el tiempo de rosas doradas por perder su blanquecino.
El aliento del viento mece con ternura el ramaje,
lugar entrañable, en dónde pajarillos llamaban al trino.
Mientras, yo:
Descansaba sobre aquella verde hierba el peso de mi mundo,
serenando así instantes, aquellos, que fueron verdugos.
Nada queda del verde ¡Qué efímero! qué efímero.
Llega la hora del frondoso, del dulzor azul, sangre y Sol
filtrado, para regalarnos su Alma en fruto.
Llega el tiempo de rosas doradas por perder su blanquecino.
Alzo mi mirada al cielo empapándome de cristalinos,
mientras la quietud trepa como yedra mis años dormidos.
Escucho así el latido de las aguas, apaciguadas en el arenal
de la Isla, mientras verso de memoria el pasar de la vida.
Me envuelve el silencio, como mi tristeza al sauce
junto al que me encuentro, abrazo el perfume del rocío
empapando mis adentros como los acuáticos lirios.
Llega el tiempo de rosas doradas por perder su blanquecino.
Serenidad y quietud Ramón, leo en tu poema, incluso paz contigo mismo, no sé, es lo que me produce tan bello poema.
ResponderEliminarOtro beso guapo!!
Sigo leyendo...
¡Hola Ramón!
ResponderEliminarEs precioso tu poema, me encanta esa placidez que expresan tus letras que trepan por el alma y por los años del Poeta. ¡Que hermoso Ramón! Ese descanso en la verde hierba...
donde descansabas el peso de tu rumbo, preciosas metáforas que me dan a mí, paz en el alma.
Gracias, por compartir tan bellas letras. Mi felicitación. Poeta.
Te dejo mi gratitud y mi estima. Un beso y se muy feliz.