poema 4.
Son el aire de tus alas carnadas
prisión sin grilletes
que devoran los tiempos sin condenas,
perpetuas aguas, cascadas
sucumben en mi pecho como ácido al hierro,
penetran en mis adentros
sucumbiendo mis ojos en tu mirada.
Es la brisa de tu alcoba,
y de tus dobleces en mi boca, el fuego
del sexo en mis carnes, carne de tus carnes me devoran.
Reposan jadeantes tus nalgas
sobre y entre mis manos
llenándose el todo, como el aire del agua.
poema 5.
¡Cuán, cuán, cuán!
No niña mía, no soy pato o ánade.
Es el cuán de tus besos, ósculos de sangre.
¡Cuán graciosa danza, bailadora de calideces!
¡Cuán volcán, rubor y muerte!
que me matan y me ensordecen
en su ausencia y suspiro.
¡Cuán calientes y aladas!
como plumón, como pulmón
que a mi aire,
que a mi me oscurece.
De tu boca distraída y entreabierta,
cuán audaz, cuán, cuán.
No niña mía, no soy, pato o ánade.
Buenas noches Ramón!!!!
ResponderEliminarEsperaba poder leerte y comentarte y aquí llego a decirte que el poema 4 es muy pasional.
No existe mayor cadena que la del amor, cuyos eslabones son muy difíciles de romper, a veces nos asfixia y es nuestra condena permanente.
A veces es justo lo que queremos, a veces...
Sobre el poema 5, desesperadamente bello y tierno, entre ausencias y cariños, besos...
Pues eso...un beso guapo!!!