Habita en esta pequeña isla una lágrima constante,
que desde adentro se asoma y me late, me late
brotando manantial, manando canto grande.
He decidido que su constante armonía sea eco,
esperanza tal vez, y siempre, mi dulce inmensa.
Recostada sobre el vientre de ésta tierra
fui despojándome de mi musgo y piedra,
reposando tan bella lágrima en el cuenco
sereno, que la luna me presta.
Amanezco y no demoro un instante,
me acerco a tan pura frescura otoñal,
mientras su cristalina, su aire, me bautiza el alma, y me late,
me late hasta el escalofrío pidiéndome más musgo
y piedra, para que cerquen su pureza -mía sanadora-.
Me habita el Alma ermitaña.
Hoy, la he sentido desde la profundidad,
mientras caminaba como errante por uno de los senderos,
penetré en el pequeño bosque -hoy dorado y ocre-
notando, como en mí, su despoblado cuerpo.
Volví al pequeño estanque sintiendo
como mis pensamientos a ninguna parte, arraigaban,
llegué apresurado y tembloroso,
cuándo una gota de mis ojos se posó en su vientre.
Un leve sonido salió de mi boca, era mi voz,
escuchándola extraña, tras un largo tiempo de silencio.
¡ Había olvidado el sonido de mi voz! exclamé aterrado.
Es tu esperanza la que reposa en ese cuenco, es tu dulzura, tu bondad...es tu esencia más íntima, eres tú, tú...sin más!!
ResponderEliminarUn gran abrazo a tu alma!!!
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