lunes, 31 de diciembre de 2012

Hasta siempre, amigos

Esta es la última entrada al blog, tal y como prometí hace mas o menos un mes. Breves pensamientos me ha cesado definitivamente, y no por ello me voy triste, al contrario, cierro un ciclo en dónde he reflejado parte de una historia que, con vuestra inestimable ayuda, fue desovillándose hasta encontrar un principio y un final, algo esencial para proseguir camino. Dejo en esta página un poemario regalo que algún día corregiré más pacientemente (ortografía..etc) hoy, simplemente y del mismo modo que vine me voy. Seguiré leyendo vuestros blogs, y comentaré vuestros trabajos. Así que puede decirse que poco va a cambiar. 

Es tiempo de soñar y de que me sueñen, 
es tiempo de buscar y de encontrar todo aquello necesario,
y que vuelva a atraparme la vida para poder decir... 

Hoy, dejo atrás un lustro,
mañana comenzará otro lustro-so.
¡Nada que ver! me digo, ¡Todo por ver! afirmo.

Soñaré con fiereza mis deseos,
sabedor que todos ellos derrotarán la utopía,
haciéndose y dándome nuevamente vida. 


No me voy triste amigos míos, y sí agradecido. Ser felices, lo demás, pues eso, no importa. Agur.
Para lo que queráis os dejo mi correo; rvadillocarazo@gmail.com.


domingo, 30 de diciembre de 2012

XV.

¿Qué verdad esconden las palabras?
todo significado, todo canto y alma. Y muerte.
Con ellas pienso y sueño, verso sediento;
del tanto, como para decirte una sola: todo.
Todo, es siempre, todo es para..., todo, siempre.

Con ellas amas, me llamas, me niegas;
¿Qué verdad esconden las palabras?
cuándo te nombro, te llamo, te amo y lloro.
Como malvadas y atroces, aquí llegan;
Ángeles que al silencio matan, y a mí, y a mi.

¿Porqué decirlas, escribirlas? Aquí estoy malditas;
me entrego desnudo en esta mar o marea
y me arrancáis la sangre. ¿Y ahora?
Tan solo un hombre, que muerto te reclama,
y ya nada soy al morir por dentro, silencio.

¿Qué verdad esconden las palabras?
todo, todo lo abarcan y callan como ángeles del silencio.
¿Quién me llamó viento eterno? en ésta, soledad del siempre.
En ti, el negror de mis palabras, en tu blancura, mi todo perdido.
¿Quién me hizo canto y alma? Ángel del nada.

"Fuera tal vez poeta,
aquel amamantado por única musa,
lluvia melancólica en el rostro inmortal del tiempo.
Fuera tal vez poesía,
acertijo entrecortado en el murmullo
oculto, en el crepitar efímero y mortal del tiempo.
Y ambos sin uno;
¿Quién brotó pájaro inmortal, y de mortal voz callada?
Poesía. Poeta. Poeta. Poesía.
Arroyo que al lecho arranca, brotando en cada canto
rodado, un verso muriendo palabra.
Enconada pugna o delirante absurdo"

XIV.

Creo que podría retornar de nuevo.
Han caído las telarañas, desovilladas, libres de adherencias,
han sido deshojadas todas las oscuridades,
hoy, son apenas ínfimos granos en ésta mi Oaisla.
Mi querida mar, pone freno a mi garganta,
sus espumas alejan entre vaivenes, añejas voces malditas,
y hoy el sol enternece mi rostro.
Han llovido tristes principios y todos ellos
son enterrados por generosos remolinos,
enviándolos al interior de ésta mi mar amada.

Creo que podría retornar nuevamente.
La Isla es a día de hoy, Oasis, mi oaisla,
no hay prisa me digo, no hay prisa.
Cicatrizar la vida es largo, me pienso...

...Acogiste en tu seno mis lágrimas derramadas
sin las sombras lúgubres que me atormentaban,
sin la trampa de las palabras
sin el ánimo estéril que ello acompaña.

Acogiste en tu pecho terroso cada paso
dado, cada tropiezo, con cautela y calor.
¿Quién te regaló tanto poder? mi sanadora Oaisla.
¿Quién puso la pureza al viento, siendo hálito?
tú, y en ti. tú y en ti.

Hoy recojo lo sembrado, en este tiempo inmenso.
Regalo del amor y respeto, silencio silencio;
En ti la piedad del universo,
en ti, la inmensidad y pensamiento regalado;
En mí enraizado, queda el misterio y la humildad.

Crece en mí, tu verso, mi Oaisla querida,
depurándose mi condición de hombre.
La oscura cueva, nido estéril que fui, es hoy,
conocimiento que ahonda en mi ser.

XIII.

Contigo vivir es fácil, lo sabes verdad.
Amanece azul, como tus besos,
como los pájaros azules,
como los árboles,
como el viento azul y tus ojos.

Contigo todos los azules del mundo,
como tu sonrisa que me atrapa,
contigo el aroma, tu aroma, tu azul.

Contigo vivir es fácil, y hasta ser feliz.
contigo todos los azules siendo uno.
como dos cuerpos que se unen,
como la espuma a la ola siendo mar,
contigo la flor del cerezo siendo fruto....

Contigo vivir es fácil, lo sabes verdad.
Eres la primavera de mi mundo,
mi verano y otoño, mi cálido invierno.
Eres los colores de mi mundo,
sin la ausencia, sin la velocidad, sin el reloj.
Sé que eres, porque me haces yo.

En ésta oaisla están todas las flores del mundo
siendo tu raíz, cáliz para mi tierra.

XII.

Ruedan con ímpetu los cantos en esta pequeña cala,
hojas rotas les envuelven abrigando su dureza,
y pese a ello,
terminan golpeando sin piedad mis fríos pies.
El eco de sus verbos penetran en mí,
sospechando que sus golpes son aviso inequívoco
a mis arrogantes y tristes poemas;
palabras escritas desde adentro hacia fuera,
sin ojos de extrañeza,
sin ceja fruncida,
nada he de guardar, me digo, nada.
Como resto de un naufragio
permanezco al vaivén de coléricas olas,
asediando éstas mi cuerpo hasta una segura desintegración,
arenal, seré futuro arenal en la Isla oráculo.
No hay en mí contradictorios sentires,
ni ilusiones fragmentadas,
ni vacilaciones, ni siquiera abandono.
Es el todo necesario para lidiar los próximos horizontes,
siendo entero y no fragmento;
el arenal que hoy soy, será cristal tras un furtivo rayo,
mientras,
el viento me llevará hacia aquello que tanto añoro y deseo,
mientras, tus pasos serán caricias,
mientras, miro al cielo escuchando campanadas,
y no hay dudas, no hay dudas.

XI.

Tiene este Otoño
un desgarrador poema vagando por el aire
vaga como un tesoro encendido,
etéreos versos del que fuera un fuego amante...
Tiene este Otoño
una poesía errante, con un principio y fin
-el fin o final- solo sé, que vaga a golpe de destino.

Llegué a la Isla sin saber muy bien como,
entre reminiscencias y presentes que me parecían ajenos,
dónde innumerables caprichos desbordaron siendo losa,
cubriendo el fervor apasionado de joven poeta.
Aquél que fuera, caminante erguido,
consciente, lúcido, de certeza juvenil, en definitiva, vivo.

Nadie es eterno, lo sé, lo sé;
Nadie mantiene con seguridad un horario, ni labor;
Nadie enjaula el canto o trino -al alba-
de un tierno y cálido beso;
Nada hay más gélido que un forzado manto estrellado.
Y lo que es peor, todo sin Nada, es Nadie.
Hasta hoy no me dí cuenta,
no me percaté de ésta visión certera.

El bosque rodea la Isla salvo por un pequeño sendero
terminando éste en la orilla, he de trazar un puente, lo sé, lo sé;
Tan solo espero ser camino y caminante.

X.

La Isla tiene algo de oráculo.
Me desarma con sus diálogos diurnos,
me condena, hechizando mis nocturnos.
Yo no hablo, y sus respuestas a modo de acertijo
vuelan extraviadas por mi memoria.

Tengo el rostro cubierto de tiempo, el espejo me lo dijo;
Como un árbol negro emanando humo,
guardando reposo, sabiéndose estéril, caduco.
Las palabras me contemplan extrañadas,
mientras agoniza mi pensamiento.
Tengo el rostro cubierto de tiempo ¡Vano intento! me digo.
A menudo contemplo la penumbra del alba,
viendo un corcel impaciente y dentudo,
sombras, son sombras de almohadas nocturnas.

La Isla tiene algo de oráculo.
Cada día me resucita a la muerte impulsándome el pulso, y vivo.
¿Cuál será su respuesta? a ninguna pregunta, al silencio.
Siento como la vida abre sus fauces para nutrirse
nuevamente de mi existencia, y no pregunto, no pregunto.

Convertido en guardián de ella sin quererlo,
condena mi naturaleza,
sufriendo mi espíritu una venganza que ignoro
por serme ajena, respuestas, solo respuestas a ninguna pregunta.

IX.

Había retornado por la alameda
la tarde se hizo significado
la luz, su luz
presagiaba su muerte.
El camino silencioso y desolado
callaba y abrazaba las sombras.
El viento mecía sus caídas
como bellas palabras,
como melodiosa poesía.
Aquella balada húmeda bajaba,
yo la oía, yo la oía, y al caminar por ellas
vibraban como un triste cielo doliente.
Ay! sombras de oro y ocre que terminan.

Había retornado por la alameda;
dulces berilos son solapados por un manto opaco,
que crece y crece por el horizonte.
Tarde, me digo, tarde camino entre tantos destinos.
Aligeré mi paso
entre las sombras de frondosos esqueléticos,
sombras, sombras de muerte que asoman.
Olfateo las humedades entre lloros silenciosos,
en ésta mar,
en éstos mares de oro tristeza.
Luces emergen de la tierra,
reflejos entre penumbras, que atrapo,
sintiéndome cazador de sombras
en éste otoño de amargura.

VIII.

Cuántas, son capaces de regalar paz
con su sola presencia.
Cuántas, después de sufrir los males del latir,
son luz sanadora y no vengadora.
Cuántas enmudecieron en su juventud,
y mitigan después el dolor en su vejez.
Cuántas van hablando y al buscar
ignoran maliciosamente aquello, que después añoran.
Cuántas, siendo las más bellas,
son capaces de besar como ángeles terrenales.
Cuántas al calor de unos labios
son capaces de callar aquellos fútiles, te quieros.
Y amar en silencio.

Cuántas y cuántos amor.....

No puedo apartar la vista de ti
sin conocerte, siquiera imaginarte.
Porqué sé que no hay en ti vanidad, ni miedo
ni venganza, ni añoranza, solo amor y nuestro silencio,
cómplice de vida y de tardías caricias, pero indemnes, cálidas.

No puedo apartar de mí éste sueño magnífico,
porqué sé que existes, y no hay hiedra en ésta roca, no hay hiedra;
Siego el sendero dejando crecer verde y blanda la hierba,
como manto eterno de primavera.
Buscando y esperando que tus pies, a ella y a mí se adhiera.

sábado, 29 de diciembre de 2012

VII.

Habita en esta pequeña isla una lágrima constante,
que desde adentro se asoma y me late, me late
brotando manantial, manando canto grande.
He decidido que su constante armonía sea eco,
esperanza tal vez, y siempre, mi dulce inmensa.
Recostada sobre el vientre de ésta tierra
fui despojándome de mi musgo y piedra,
reposando tan bella lágrima en el cuenco
sereno, que la luna me presta.

Amanezco y no demoro un instante,
me acerco a tan pura frescura otoñal,
mientras su cristalina, su aire, me bautiza el alma, y me late,
me late hasta el escalofrío pidiéndome más musgo
y piedra, para que cerquen su pureza -mía sanadora-.

Me habita el Alma ermitaña.
Hoy, la he sentido desde la profundidad,
mientras caminaba como errante por uno de los senderos,
penetré en el pequeño bosque -hoy dorado y ocre-
notando, como en mí, su despoblado cuerpo.
Volví al pequeño estanque sintiendo
como mis pensamientos a ninguna parte, arraigaban,
llegué apresurado y tembloroso,
cuándo una gota de mis ojos se posó en su vientre.

Un leve sonido salió de mi boca, era mi voz,
escuchándola extraña, tras un largo tiempo de silencio.
¡ Había olvidado el sonido de mi voz! exclamé aterrado.

VI.

Esta absurda simbiosis en la que vivo,
y con quién tanto comparto.
¿Cuándo mudé mi juventud? en qué ocaso.
Aquel esplendor primaveral;
y mi memoria ¿A quién dejaré su recuerdo?
Cubren mis surcos las canas del tiempo,
mientras despierto al tedio de la noche Otoñal.
Simbiosis extraña, de amor y odio,
que quebranta mi sueño tras ser acuchillado
por su tenue luz y gélido aliento.

Pienso que me ama dándome incesantemente muerte,
pienso que lo amo por yo dejarme.
Me observo en su tez, en su hermosura,
dando así a mi vejez cierta cordura.
Mis pensamientos extenuados descansan
entre pinceladas aromatizadas,
mientras el peregrino -viento celoso-
escarcha sin piedad mi vencido rostro.
¡Cuánta lágrima destilada! ¡Cuánto velo de belleza!
Yacen tras mi pecho tantos corazones muertos.

Extraña simbiosis que me da incesantemente vida y muerte
Y yo me dejo, yo me dejo.

V.

Se acrecienta en mi la alegría mientras te pienso.
Como refugio único en el hálito y reposo,
en el sueño y silencio del mirarnos.
Crece ante mi el sendero por recorrer,
como el latido al pasear por el borde de tu cielo.

Beber bajo la penumbra del dorado árbol,
tú amor, como fuente eterna de aguas otoñales,
alimentando así mis raíces con la voz tu boca,
guirnaldas, limitando nuestro campo de siembra.

Sueño Otoños en la humedad de tus labios,
sentirte como ardiente sangre por mis venas,
abrazarte como el aroma encinal en su crepitar,
mientras la noche, llueve el reverso del cristal
de nuestra alcoba...

...Una vez más, lloro en tus ojos
mientras mis manos recorren tu cuerpo,
la atmósfera, tuya, concluyó nuestra, amor ,amor.
Como hoja tras la brisa al Alba, tú, me hiciste yo.
¡Qué verdad mayor! qué verdad mayor.
Despojaste al tiempo mis miedos con tu mirar
¡Qué poder! amor, ¡Qué poder! lo resolviste...
con un "simple" beso y tu confianza.

Naciste nuestra como el otoño al agua,
creciste tuya, y mía, como hoy ausencia
y mi deseo de conquista.
¿Qué fuerza mayor te condenó? amor, amor.
Te pienso y te condeno a mí, ¡Qué crueldad!

Brilla en la noche el todo que te amo
ausencia mía,
sin aliento, y con la certeza del yacer frío
como ave que pía o trina perdida,
en un prematuro invierno.

Una vez más, lloro en tus ojos,
mientras aúllo en el cerro por ti, luna mía..

IV.

Llega la hora del fruto, aquel de aroma ocre primitivo,
de humedades sin hongos, de recuerdos dormidos.
Melancólico sonido azul, marcado por el gris y su frío ritmo.
Llega el tiempo de rosas doradas por perder su blanquecino.

El aliento del viento mece con ternura el ramaje,
lugar entrañable, en dónde pajarillos llamaban al trino.
Mientras, yo:
Descansaba sobre aquella verde hierba el peso de mi mundo,
serenando así instantes, aquellos, que fueron verdugos.
Nada queda del verde ¡Qué efímero! qué efímero.

Llega la hora del frondoso, del dulzor azul, sangre y Sol
filtrado, para regalarnos su Alma en fruto.
Llega el tiempo de rosas doradas por perder su blanquecino.

Alzo mi mirada al cielo empapándome de cristalinos,
mientras la quietud trepa como yedra mis años dormidos.
Escucho así el latido de las aguas, apaciguadas en el arenal
de la Isla, mientras verso de memoria el pasar de la vida.

Me envuelve el silencio, como mi tristeza al sauce
junto al que me encuentro, abrazo el perfume del rocío
empapando mis adentros como los acuáticos lirios.
Llega el tiempo de rosas doradas por perder su blanquecino.

III.

Descendió por el Oeste acostumbrado de la Isla
mientras sus rayos palidecían en dorados,
fueron ellos, sin duda alguna los que te llamaron
surgiendo de mi nebulosa
mientras parpadeaba en grito, ¡espejismo, espejismo!.
Inútil aviso el mío, mis parpados fueron losa y latido.
Recostada, frente a mi
fijaste tus ojos devolviendo los míos a la luz,
y fui brisa, sí,
brisa que recorría cada brizna nacarada de tu playa....

....... No amor, te dije, esta vez seré yo...

Así tu mano y te alce frente a mi, mientras mis labios
surcaban la carnosidad de los tuyos,
fueron cayendo por comisura y cuello
como lluvia fresca de otoño,
como lluvia, por todos y cada uno de tus poros.
Alborotaste mi cabello tras un leve gemido
voz de los míos en tus tersos senos.
¡Tersura y textura! terrones y miel.
Mis yemas, surcaban o volaban como pajarillos
tu sedosa y graciosa forma, curvaturas y escalofríos
en un atardecer de doradas sombras, luces, luces.
Un seísmo sacudió tu vientre al paso de mi boca
mientras mis manos afianzaban tus glúteos contra ella.
oh, húmeda tierra que besas mis labios, olas, salitre y mar.
Caí así, como lluvia hasta llegar a tus tobillos.
Recogí el velo vistiendo la desnudez de tu noche
tú, mi opaca y cálida noche, aquella que penetro
dejándome en ella el Alma.
Alcé el tibio y sedoso manto observando como lentamente
se deslizaba desde tus cabellos cayendo al suelo,
me rogaste entonces un beso, y te besé sin el ruego.
Sin la desnudez, te abracé mientras mis labios te susurraban
un deseo, permanece un instante amor, permanece
y atardece conmigo entre la dorada luz de otoño.
Caminamos así por el Oeste de la Isla, anduvimos
de la mano lo efímero, mientras la negrura se mostraba
por el horizonte y la nebulosa abrazaba tu sonrisa.
Nuevamente atardece en la Isla.

II.

Empiezan a acortarse los días
presagio inequívoco de la llegada de un Otoño,
que intuyo, se prestará al recuerdo de ternuras.
Propicio para caminar los senderos de la Isla
entre tenues luces, todas sin tu sonrisa.
Los húmedos vientos arrebatarán sin miramientos
la poca calidez que en mi habita,
despojándome hasta llenarme de indiferencia.
Nuevamente te canto o verso desde la Isla
paseando por sus orillas, entre guijarros y barros
con mis carnes sajadas, moribundas.
Y aún así;
Me susurra el viento todos aquellos versos
por escribir en la curvatura de tu cintura
en la plenitud de tu espalda
en la comisura de tu boca.
Me susurra el viento todos aquellos inacabados
grabados en el latir de tu cuello
en el roce de tu mano.
Empiezan a acortarse los días
empiezan a llenarse de odio y a alargarse de sombría.

Desde hace un tiempo lucen esquivas las estrellas
pese al raso, pese a la calma en el horizonte
pareciendo ambos pliegues una misma negrura.
O bien, me están creciendo los árboles de la Isla...
O tal vez, pudiera ser la negrura con la que me miras.
Es entonces cuando duele la palabra
pese a la ausencia de su sonido,
y es muda cuando asesina,
y es opaca cuando extiende sus sonidos hasta el Alma.
O tal vez duelan por igual,
siendo ambas raso sin linea en el horizonte.
Desde hace un tiempo no hay reflejo en mis turbias aguas
aquella gota de leche casi maternal
aquella que alimentaba mi mente desde el anonimato
aquella, que acunaba mi insomnio
cubriéndome con su ala sedosa el hastío.
¿Cómo poder decirte vida mía? ¡Cómo! sin verte, ni sentirte;
Me crecen los árboles alimentados por palabras
mudas, y que opacas, susurran a la noche mesura...

...Cuando la espera deje de ser disculpa holgazana, lastre de etéreas carnes amoratadas.
Cuando la confusión no tilde los te quieros sin la certidumbre del "tengo que decirlo".
Cuando creas que la solución no sea vencerte y dejar que el dolor anide, como el polvo en el desierto.
Cuando la soledad coseche tus tristezas y te nutras de ellas advirtiéndote "son mis frutos, mis frutos".
Cuando el buscar no sea esperanza, y sí, convencimiento de lágrima anónima en el baúl de tu Alma.
Llámame y seremos siempre, sin la disculpa holgazana de un espera, espera, espera.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Oaisla I.

Llevo por un tiempo teniendo el mismo sueño
una isla en medio de un lago
de profundas aguas, negras como la noche.
Paseo inmutable por ella como si mi mente
permaneciera en una nebulosa,
lo realmente extraño es la ausencia de miedo;
hasta que llegué a una roca, al extremo de ella.
Permanecí sentado mirando fijamente
las oscuras aguas cuando observé mi rostro
reflejado, y en el, vi a un ser exento de todo:
de temor, de fauces humanas...
Y aún así;
Desde siempre en mí, predominó un sentimiento
autodestructivo -nací viento solitario- como el replique
de una campana que se pierde por las laderas
y valles vagadando una eternidad -que no creo casual-.
Ignoro el motivo de mi estancia en la isla
Ignoro el sentido de ser viento y no brisa
Ignoro el significado o las palabras, o ambas
Ignoro por qué me ignora, y no hay paz, siéndolo.
Alcé mi vista de la negrura líquida
observando como caía en ella una hoja dorada,
observé la onda formada en su delicado posar,
escuchando por largo tiempo y de forma extraña
todos los sonidos del mundo;
Escuché a la piedra y a la tierra
al árbol y el latir de su savia.
Escuché al agua y al fuego en su crepitar.
Escuché el nacimiento de la hierba
entonada en mí, como el ancestral sonido de una txalaparta.
Pasado el instante;
Nuevamente paseo o peregrino por la isla,
inmutable, como si mi mente permaneciera en una nebulosa.
Nuevamente, exento de todo, como hiedra tallada en roca...

..."Tómate tu tiempo y permanece,
permanece bañado en el verde perpetuo
como el helecho,
inmutable a los cobardes relojes.
Busca el claro del bosque y cuando éste
sea cubierto por los frondosos,
o se cubra de nubes o de noches
permanece,
como el haz en y tras la lluvia
o la brisa resultante en el aleteo del águila.
Tómate tu tiempo
sin la absurda necesidad del necesito,
sin el temor a lo desconocido,
sin el miedo,
sin miedo céntrate en tu tiempo y permanece.
Sobrevive como viven los ausentes besos
agazapado,
a la espera de la verde hierba,
a la esperanza. Agazapado, sí, y calla sin temor
a la espera de la verde hierba.
Desprovisto de harapos, ¡Piel!
tan solo queda ¡Piel! sustancia y ceniza,
guiño amable, de todo aquello por venir".

XIX (poemas 4,5)

poema 4.

Son el aire de tus alas carnadas
prisión sin grilletes
que devoran los tiempos sin condenas,
perpetuas aguas, cascadas
sucumben en mi pecho como ácido al hierro,
penetran en mis adentros
sucumbiendo mis ojos en tu mirada.
Es la brisa de tu alcoba,
y de tus dobleces en mi boca, el fuego
del sexo en mis carnes, carne de tus carnes me devoran.
Reposan jadeantes tus nalgas
sobre y entre mis manos
llenándose el todo, como el aire del agua.

poema 5.

¡Cuán, cuán, cuán!
No niña mía, no soy pato o ánade.
Es el cuán de tus besos, ósculos de sangre.
¡Cuán graciosa danza, bailadora de calideces!
¡Cuán volcán, rubor y muerte!
que me matan y me ensordecen
en su ausencia y suspiro.
¡Cuán calientes y aladas!
como plumón, como pulmón
que a mi aire,
que a mi me oscurece.
De tu boca distraída y entreabierta,
cuán audaz, cuán, cuán.
No niña mía, no soy, pato o ánade.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

XVIII.

Desafiar aquello no dicho, creo que mi egoísmo es la causa exacta, el sin tapujos que me condena a la desidia, que me sentencia y opaca; ¡Inercia! Trayecto perezoso ennegrecido avocado a ser simiente de musgo, y no hay consuelo posible ni perdón merecido. A veces -casi siempre- me odio tanto que maldigo poseer Alma. ¿Que sabrán aquellos y aquellas? ¡Eres buen tío! -me seducen empujándome al olvido- condenándome a lo mismo, padeciendo más egoísmo. Buenos días, me digo  ¿Que tienen de bueno, reflejo mío?

Y tú, molino vagabundo
que yergues tus brazos al cielo
en un desesperado intento finito
de tocar con las yemas a las estrellas.
¡Díme! viejo amigo, si tu persistencia mereció la pena.
¡Díme! ¿Acaso no temiste las tormentas?
al crepitar los cielos, al gélido viento
-que huracanado- hizo de tus velámenes sangre,
¡Díme! solitario y vagabundo ¿Mereció la pena?

En mis brazos se posaron las más bellas aves
que trinaron primaveras.
Se cobijaron las abejas en mis entretelas, sanando
con su cera mis heridas,
siendo su miel, de la que se alimentaba mi blancura
-como solo alimenta una ajena mirada-.
Y en el negror de la noche,
tenues serenatas me arrullaba una lechuza blanca
mientras yo esperaba al sueño, y en el,
(como al despertar) la esperanza de abrazar a todas aquellas.
¡Sutil respuesta! viejo amigo.

XVII.

Me hablaron de Dios, de creer, me hablaron de senderos correctos elegidos desde la cordura o la coherencia, me hablaron y hablaron mientras las palabras se enmudecían así mismas tras ser pronunciadas, tal vez, conscientes del vacío del todo supuesto y lo nada dicho. Desconozco el sentido o el sinsentido de sus voces por aquellos que nos hablan. ¿Quién tiene que hablarnos? decirnos; éste, es el camino. Me siento desposeído de mi, ajeno, en un subsistir prestado ¡No son las palabras, me digo y repito!

Nos regalaron la tenue y cálida luz,
el sabernos y decirnos la verdad que surge del manantial,
del arcoiris en todos nuestros te quieros.
Nos otorgaron la posibilidad de aquello no dicho,
de los trazos y trozos, de la caricia, susurro y carne
de todo aquello bello por decir.
Debo estar diciendo esto desde las entrañas,
desde el aquí y para siempre,
debo equivocarme del sendero elegido,
y sin embargo, sé, que debo andarlo pese a tener la certeza,
que todo sendero andado me devolverá al mismo sitio.

martes, 25 de diciembre de 2012

XVI.

Se consumía dos mil once con la misma monotonía de años anteriores, como en las cuatro décadas y media pasadas. Desde mi juventud noté la diferencia sustancial a la hora de celebrar ciertas fechas, en dónde la reunión familiar era o debería ser la base, todo parecía perfecto, cena, brindis, villancicos...y demás actuaciones típicas. Nunca sentí la verdad del momento, el afecto verdadero, todo bajo mi punto de vista era fingido, un trámite más. Obviamente del resto del año mejor ni hablar.

Si algo nos demuestra el paso del tiempo, la vida, es que por muy tempestuosa existencia que uno halla vivido y viva, dentro de uno mismo perdura un profundo sentimiento de querer rodearse de algo hermoso, del sentir su pureza. No hablo de hermosura física, ni de la estética que existe en el adorno superficial del todo que nos rodea y con lo que muchos sueñan. Hablo de la pureza que hay en un diálogo, sintiendo la presencia de ambos interlocutores, sus ojos al decirse, su boca al comunicarse. En definitiva, estar y sentirse presente.

No culparé a nadie, puesto que puede que sea yo el que así lo sienta y viva. Desde siempre y en toda mi existencia la pasión a sido y es, visceral, y esto implica convivir con la decepción, caminar en un continuo contracorriente, siendo mucho el tiempo perdido en reparar el velamen tras las tormentas. Es por este motivo que siento que camino por senderos dormidos, donde las palabras exhalan suspiros apagados y lo único que arde a conciencia son los ojos. 

Alejaron o alejé de mí la calma,
agregué yo la noche y el viento, 
y mientras, despertaban en la Isla solitarios peñascos 
tan altos como un te quiero,
danzan en melodía y en la superficialidad del lago
campanadas lejanas y taciturnas.

domingo, 23 de diciembre de 2012

XV.

En este valle de sombras
habitan verticales tumbas ignoradas.
Entre las penumbras por la luna causadas,
palpitan quietudes de semejantes
que un día fueron dueños de su presencia.
Y tú, sombra de la noche que anhelas un mañana
¿Quién desterró de ti los ojos?
sombra, oh sombra que yaces en el susurro opaco de la vida..


Cuánta luz y calor desperdiciado, me decía, mientras caminaba con paso plomizo por la vereda húmeda y fría, los frondosos cubiertos de luces me invitaban a pararme por un instante, como un juego extraño, como queriendo darme luz, calor. Entre el gentío, paseaba mirando la mojada acera, cabizbajo, evitando sus miradas, observaba como de ella, surgían las sombras gracias aquellos luminosos árboles y los escaparates relucientes y brillantes que les invitaban a pararse; mientras, yo, me quedaba en silencio intentando evadirme del bullicio de aquello todo perdido, sus etéreas sombras pasaban junto a mí, ataviadas de risas y abrazos. Todos ellos ajenos. 

Cuánto frío, me decía, mientras pensaba en la cena navideña hacía la que me dirigía con paso de cristal. En aquel comedor social de la ciudad, ciudad, por la que tantas veces caminé con la cabeza alta y la mirada ajena a todos aquellos pequeños charcos en dónde se sentaban los huesos y carnes tristemente abandonados. Sombras proyectadas sobre ellos de mí mismo. Llegué al comedor social, y la cola que se formó invitaba al ayuno pese al frío de mis pies, de mis manos, de mis ojos. 

Aguanté recostado contra el muro eclesiástico con la mirada perdida hacia un ventanal del que sin duda era un cálido hogar, las ventanas empañadas indicaban lo lejos que estaban de la noche cerrada. Cené aquella sopa de fideos, dos huevos duros con tomate, un pedazo de pan y de postre, la misericordia gritona y complaciente de un "demos gracias a Dios". Nunca me di cuenta, de que hacía ya mucho tiempo que la Navidad dejó de existir -al igual que el humano- en el supuesto de que un día la, y lo hubo. 

viernes, 21 de diciembre de 2012

XIV.

Tal vez, todo sea mucho más sencillo, 
sin el mal, ni el bien. 
Tan solo la conciencia de aquellos locos, 
propios de una secta malvada, 
dónde traman por sus sueños déspotas.
Vislumbro lo salvaje del tiempo primitivo, 
siendo lo mismo que el moderno;
tan solo lo calificado como malo o bueno, 
tan solo para nosotros es el significado.
¡Entonces! ¿Qué hay de bueno? 
¡Entonces! ¿Qué hay de malo?
Si el negro encanto del poder, prima, 
por el de socializar el beneficio y la concordia.  
¿Dónde queda el gobernar por y para el pueblo?

Tal vez, todo sea mucho más sencillo, sin bien, ni mal. 
Tan solo supervivencia.
Tal vez el arma no sea la palabra civilizada
tan solo por ellos violada, y para nosotros obligada
-por temor a sus gordos cuellos-
Vislumbro lo salvaje de mi mismo, 
y ya no me temo, ni temo 
ya que no existe lo malo, ni lo bueno.
Cuándo los sueños son desplazados por pesadillas, 
mueren las palabras y hablan las balas.

jueves, 20 de diciembre de 2012

XIII.

Si el tiempo me quitara todos estos inviernos,
que como témpanos, que como carámbanos
en mis dedos; Te rogaría que danzaras tus azahares
en la penumbra sedosa de nuestra alcoba,
bajo el estrellado mundo de nuestro universo.
Me dejaría atrapar por el negror de tus pupilas,
mientras acaricio y muerdo la carnosidad de tus labios
con un apasionado beso abriéndome al aire de tu boca,
mientras paseo mis yemas por la corvadura de tu cadera
hasta llegar a tu delicado cuello robándote un suspiro de romero.
Suspiro o hálito, de todo aquello que los ojos desgranan.
Traes en el roce de tus manos la calidez del tacto, la ternura,
y de tus labios, la uva en la que embriagar los latidos de mi pecho.
Si el tiempo hubiera querido que fuera tu primavera,
créeme gitanilla mía, me entregaría
como la rosa de tus pétalos al rocío de mi boca.
Amarte con la  pasión de la palabra, podría y puedo.
Pero ¡Ay! de la distancia, que lejos te tengo.
Cómo no añorar aquel muchacho de alas doradas,
aquel, que te versaría todos los silencios de nuestras miradas
mientras yacemos pecho contra pecho y en latido único.

XII.

Y pese a todo, el sendero andado
dista mucho de ser triste.
Entre dos majestuosos
se encuentra la piedra gris de los recuerdos,
de pensamientos mortales callados
desde dónde te hablan mis palabras sin duelo.
La tierra de alrededor de verde primavera,
es, en este invierno de blancura
muestra del todo que nos dejaste.
Transitaste por la hierba terrenal,
dejando la huella perenne del brote.
Inmaculada, baja la niebla por la ladera,
posando las necesarias perlas
sobre los pétalos de rosas blancas marchitas.
Lejos, sollozando, dejaste el misterio
del ser, Ser.
La noche fija sobre ti, a las durmientes estrellas.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

XI. Carta a Nicol.

Tan solo una palabra que implique distancia es más dañina que cualquier flecha o daga. Lo supe por segunda vez cuándo aquella dulce mujer me miró a los ojos tras un leve tiempo de dicha. Una palabra que se diga, mirada contra mirada y con la sorpresa de no esperarla. El pasado siempre volvía a mí, con la misma crueldad que ese día yo te infligí. Vi en tus ojos la traición, y en la humedad de tus ojos todas aquellas preguntas que durante tanto tiempo atrás yo me pregunté. Te despediste con un beso y doliente sonrisa, y volví a morir otro poco, esta vez siendo culpable, siendo sin duda un miserable. Hay una diferencia brutal entre ser infligido o infligir, (al menos para mí y en este caso en concreto) a pasado mucho tiempo, y no te volví a ver, Nicol. Y a día de hoy, aún me duele aquel daño que te causé, peor aún que el que me causaron a mí. 

A Nicol.

Ilusión,
diálogo secreto tuyo y que me ofreciste
por creer en mi como hombre.
Respeto,
que diste por supuesto y que me otorgaste,
siendo tú la única en tenerlo, tú Nicol, mujer.
Confianza, 
que en el calor de tu cuerpo y mirada me entregaste,
sin el temor de ser yo hombre.
Belleza,
aquella que tanto lloré por perderla y que la tuya rechacé,
siendo tú, Nicol, el átomo necesario para serla.
Amor, 
que aún dañándote,
te despediste con los ojos húmedos, una sonrisa y beso.
Generosidad,
de regalarme todo lo anterior versado.

Aquel hombre se hizo tal;
Espero que encuentres aquello que no supe darte
 por no haber sido, lo que hoy y gracias a ti, si soy.

Maite zaitut.

martes, 18 de diciembre de 2012

X. (poemas 1,2,3)

poema 1.

Creí que me había vuelto loco o más bien, 
sufría un episodio de alucinación terriblemente bella; 
tu tímida mirada me observaba 
como en un juego de ahora sí, ahora no, 
sin poder retirar yo de ti, la mía. 
Tus ojos y piel eran del color cálido del atardecer en verano, 
la luz parecía envolverse dulcemente a ti, 
te acercaste, y un ¡hola! y beso, fueron suficientes.

poema 2.

La plasticidad de nuestras miradas
dialogaban con viveza el idioma del silencio compartido. 
Ojos contra ojos, una sola voz, y la vida se hizo tal.
Te anidé en mis brazos y labios
¡Oh! carne, que me traes y me llevas al canto
como pájaro a la fruta prohibida.
Solo tú fuíste capaz de rejuvenecer mi tiempo.
Solo tú y el moreno azúcar de tu aliento.

poema 3.

A las penumbras hiciste lejanía
en cada beso dado, en cada alada y sedosa caricia.
Y en tu sonrisa carnada se estrellaban mis labios
cómo evitarlo, cómo evitarlo.
Cuánto más te besaba más te sonreías, círculo vicioso
o dolencia atemporal de las ánimas.
Nada importaba en este tiempo sin náufragos,
surcamos así el agua de la brisa, la tuya la mía.   

lunes, 17 de diciembre de 2012

IX.

"Tal vez lo mejor que pueda decir de mí 
es que estoy de vuelta de todo, 
pero volviendo a empezar. 
Y que me quedan amigos." 

José Luis Zúñiga (Poeta, cantautor) 
Maestro y Amigo virtual.

La cita arriba de este texto, y plasmada en ésta página, es cita y a su vez recuerdo. La susodicha era como se definía aquel que fuera mi maestro y amigo virtual; siempre me impactó por su sencillez, por el dolor de un tiempo y por lo más importante -eso creo- que tras el paso de una existencia, dejó amigos. Una vez más repetiré -más adelante- la misma cita, por desgracia para todos aquellos que nos consideramos amigos -en mi caso virtual- pero no por ello menos, ya que con su paciencia y a través de nuestras páginas sus correcciones y atenciones consiguieron que me entusiasmara con este arte tan complicado del verso. Siempre me decía "Hay muchas formas de versar de entender y plasmar poesía, tú Montxu, a tu rollo, que no es malo".

Dicho esto, y dado que es un poemario virtual de recuerdo, justo es hacer mención a otra persona que fue y es, sin duda alguna cómplice, ya que como José Luis Zúñiga aportó con sus palabras de aliento como de corrección a ir superando por mi parte el desconocimiento en estas artes, María Socorro Luis, poetisa de ternuras, y admiradora de los complicados Haiku y Tankas, y que a mí me inculcó el desafío de querer aprenderlos y apreciarlos ¿Qué más podría desear aquel aprendiz, que rodearse de Maestros? Buenos y perseverantes Maestros.

Dos mil diez fue un recorrido de altibajos, por pérdidas y por llegadas, estas últimas efímeras, pero gratificantes a más no poder, ya que acortaron de manera generosa la pertenencia mía al club del nada. Tras esta parrafada, que a buen seguro a muchos nada debe importar, y que mi nada por decir, no impide las ganas de escribir aunque sean cartas a nadie, o porque hoy a salido el sol tras unos días de lluvia, maga del segundero haciéndolo horas eternas. Comienza así, el repaso al dos mil diez con versos más "alegres" aunque no tantos como hubiera querido.

Sé que detrás de algún año próximo
se están entretejiendo dos versos,
dos puedo y quiero.
Un breve poema eterno y sin despecho.
¿Y tú que sabrás? me dirán ustedes,
lo sé, porque yo lo he escrito.

VIII.

" No hay mayor dolor que acordarse de los tiempos felices en la desgracia"
Infierno, Canto V, sentencia 121-123
Dante.

Abrí así la página en blanco del dos mil diez; cansado, muy cansado de bucear por el oscuro lago durante estos dos años anteriores. Aunque hubiera podido olvidar, creo que no habría querido. No importaba el cansancio, comencé el año con un alegre recuerdo, breve, eso sí. Me impregné de la falsa felicidad, el líquido penetraba quemando mi gaznate hasta filtrarse por mis venas gota a gota; Ebrio de la nunca dicha, aspiré una bocanada de aire viciado por el azufre de mis pasos andados y me sentí maldito. ¿Qué Oráculo decidió mi muerte?      

Harto de como estaba del paraíso
escuché la sinceridad de mi alma inquieta
ante la alegría y cinismo 
de un cielo de perdón perpetuo.
El averno, bullía en mi cuerpo,
dejé entonces aquel jardín de rosas
para voladores buscadores de fácil néctar,
zambulléndome por entero al albedrío.

Viaje sin alas blancas, mientras caía buscando mi destino,
agonía, dolor perpetuo por mi ya conocido,
dejando al cielo sus contrapartes
para servidor nunca en vida vivido.

Así fui entregado a mi auténtico destino,
pude entonces morir feliz, alegre, 
abriéndoseme la mente pese a la pérdida consciente
de un cuerpo que fue en vida lastre.

Encontré al poco tiempo la sonrisa soñada, aquella, 
la pícara, al límite de ser malvada,
convirtiéndome entonces en un ser “Divino”
Sonreí viéndome otra vez humano
visité como primer acto mi colorida sepultura, 
flores y música de órgano, sonaba grata melodía.

Aquella armonía perfecta fue interrumpida 
por otros cánticos aún en mi mente recordados.
Me preguntaron insolentes:
- ¿Por qué dolor y desdicha eterna?
- Contesté: caminé por la mortal vida, 
buscando sinceridad y siendo,
encontré dolor gratuito, dolor permisivo
por aquel supuesto todopoderoso. Aquel, que a todos por igual ama.
Y me hablaron los malditos de la suya esperanza
mientras cuerpos inocentes
eran martirizados sin piedad alguna.
No deseo la placidez en vida eterna,
otorgada tras pedir perdón, al miserable.

Entablamos así diálogo silencioso
tan solo razonamiento, la locura y Yo,
¿Sería tal vez este mi castigo perpetuo?
Ni cielo, ni averno y a la vez, sus alegrías y pesares.

En la más absoluta de las oscuridades
fui por un tiempo habitante,
morador en el mundo de las pasiones encontradas. 
Hoy, por ahora, en mi mente atormentada, 
tan solo moran encrucijadas.

Sin cuerpo, el dolor es distinto y no por ello más liviano.
El dolor más extremo, el del alma,
atormentador maldito perfecto; daño, a fuego gravado.

" Libertad va buscando, 
que le es tan cara, 
como lo sabe quien la vida por ella deja "

Purgatorio, Canto I, sentencia 71-72
Dante.

domingo, 16 de diciembre de 2012

VII.

En éste bucear por el lago oscuro 
en el fin de año del dos mil nueve, 
lo anteriormente perdido se vuelve ajeno. 
La esperanza, dormita en el solemne silencio 
y la palabra rompe en prosa y verso. 
La necesidad reposa en el lecho interno, 
detrás de mis cansados ojos por todas aquellas lunas de insomnio. 
Renazco entonces vagabundo, 
envolviéndome en la niebla acuosa del sentimiento perdido. 
Es entonces cuándo toda la belleza conocida, 
dormita perdida en la calma de mi nada por decir, 
y aquella que fuera mi pequeña luz de vida, por un instante 
se me apaga, como la tenue llama de una vela caduca 
tras la ventisca de los acontecimientos.
Pero nada temas mi pequeña;      
¿Cómo olvidar la carne de tu sonrisa y beso?
Aunque ante mí, cada día se vuelva piedra,
cementada con el musgo de la esperanza rota
y el lagrimeo tuyo y mio de nuestra distancia.
Tan solo un deseo mi pequeña;
Ojala tu joven vida se preste al desafío del nunca olvido
porque lo que es el mío, resplandece lleno de luz,
siendo tú, amor mío, el único sueño duradero.
En mi pecho no hay frialdades por tu recuerdo,
la fértil tierra de mi corazón es bendecida por la luz de tus sueños.

sábado, 15 de diciembre de 2012

VI.

Me inquieta este despertar con las marcas de la almohada grabadas en el lateral de mi rostro, indicación de un supuesto descanso o como mínimo, el yacer en un estado de inconsciencia voluntaria, cuándo en realidad, quedo atrapado en una nebulosa espesa gris, y otra negra, que se entrelazan como la telarañas al viento, y en su lucha, en vez de retarse batalladoras se fortalecen atrapando la serenidad placida del sueño impregnándome el alma de incertidumbre e inquietud. En este amanecer opaco de olvidos, de recuerdos que creí olvidados, como clavos al crucificado, me sobrevuelan profundas preguntas nunca respondidas, imposibilitandome así, reconciliar la transición entre el día y la noche, entre la noche y el día. No hay sueño plácido, puedo amanecer con los surcos de almohada en mis mejillas, pero mis ojos se muestran al espejo crispados, y al alba, me lloran las tantas noches tintadas de reojos ajenos.

Grande, como la mar.
Como la ola que crispada en blancura cabalga su aire
alentando en cada bocanada triste y breve,
un rugido de castigo. 
Así transcurría el lustro, implacable, callado;
como lirio olvidado, esperando un tímido rocío ajeno.
¿Qué mayor esperanza del muerto?
sin mar ni tierra, tan solo olvido olvidado y siéndolo. 

Grande, como el valle árido en su cumbre,
como la tímida flor arraigada entre el pedregal solitario
en el horizonte de una cima, que blanquecina,
amenaza congelar la poca esencia en la flor retenida.
Nadie habita en el lodazal de entre mis dedos.
Grande como la mar y la tierra, como mis sueños
que inconclusos tramitan la nebulosa del olvido.    

viernes, 14 de diciembre de 2012

La sombra Navideña.

Hacía ya mucho que no entraba en aquella morada, la basílica que tanto respeto me hicieron tener. Abrí la puerta principal y me dirigí a las primeras bancadas, nadie había, las frías columnas decoradas con reliquias siempre me sobresaltaron, las encontraba inquietantes. Obvié mi primera impresión y me dirigí al lateral de la basílica en dónde se encontraba la representación del establo dónde el hijo de Dios era representado con gran grandilocuencia. Observé con extrañeza aquel pequeño Dios-hombre cuándo de las sombras apareció el sacerdote, cura o sabe Dios qué, la luz tenue reflejada sobre el retablo se me apareció con dos puntiagudas orejas, largo hocico y una inquietante cruz dorada en su cuello. Volví sobre mis pasos sin mirar los ojos de aquel espectro, recordando entonces el porqué aborrecía aquella apolillada morada.

En el prado pastaban corderos temerosos
corderos y más corderos, ovejas, infinidad de ovejas,
todos ellos y todas ellas cercados en el pastizal verde
inocencia, bajo un azul moteado de algodonosas blancuras;
¡Atmósfera! digo.....Cielo, me cuenta.
Intuyen según me dice, que ya viene, que ya se acerca.
Yo le digo leyenda.... ¡Milagro!, me asevera.
¡Ay Dios! exclamo....Hay Dios, me replica, y se despide.

En las noches y por estas fechas, paseo entre los invernales y flacuchos árboles iluminados de la avenida, ojo avizor, pués no quiero sorpresas, busco la sombra de orejas puntiagudas entre los pastizales grises de la urbe, en dónde sonríen, cantan y blasfeman todos aquellos dichosos borregos y borregas.

Sin acritud. 

Zorionak eta urte berri on. "Felicidades y próspero año nuevo"

jueves, 13 de diciembre de 2012

V.

Buceé el gélido lago del dos mil nueve 
entre la ebriedad de la noche 
y el escalofrío de recordarte al alba, 
como en una pertinaz migraña, 
sin opción a la opacidad necesaria 
en la que serenar mis maltratadas sienes. 

El hielo de la espera que gélido surcó ayer 
entre el puente de tus lejanos tacones, 
se me muestra entero, como un principio y fin 
en dónde permanecí un tiempo ocioso, 
en dónde la vida me fue arrebatada, 
y a su vez, tu mujer, 
diste vida aquella pequeña luz -hoy ausente-. 

Cómo odiarte, entonces. Cómo odiarte. 
Hoy el recuerdo es contraste. 
Fuiste la luz en el horizonte de un atardecer, 
hoy, eres el farolillo que alumbra las callejuelas del olvido. 


Paseo por los mismos arenales de aquella que fuera nuestra playa. Camino por la orilla sintiendo como sus aguas -aquellas que un día fueron tibias- me son hoy, frías, lejanas... Desde el futuro -hoy presente- te nombro y verso, para decirte que quise en su día bañarme en las aguas del río Leteo. Hoy, sé que erré en mi deseo, hoy y aquí, te dejo todo aquello, todo aquello.  

miércoles, 12 de diciembre de 2012

IV.

La desesperanza es una Isla adormecida, siendo las aguas que la rodean desesperación y cobardía. Y no por ello es una muestra de fragilidad para aquellos que por un tiempo moran en ella. La tierra que se pisa pertenece al recuerdo, yugo obligado tras una cruenta y perdida batalla, siendo la lluvia y viento el balbuceo necesario, las primeras palabras pronunciadas, son para alzar la voz, al igual que el grito germinado por la flor. Ya que, por fortuna, en toda tierra brotan primaveras;

El tumulto del tiempo perdido 
profana impetuoso la serenidad y cordura.
Me despojé de toda ella, 
entregándome por entero a la sin mesura.
Desquiciado, penetre en la penumbra caduca,
dejando de ser hombre de ternuras, 
erré consciente, en aquella mi nueva singladura estéril
perdiendo en el lance la poca cordura.
Fui entonces nada, y de ésta nada, más tortura.
Me hundí huraño en el bosque viciado,
siendo incoherente y viviendo las lunas de prestado.
He danzado con la muerte la danza de mi muerte,
he danzado y danzado
¡Muerte, muerte! ¡Cuánto te he amado! 
Estremecido, con las alas plegadas, dejé de ser pájaro.
Fueron entonces mis órbitas ojos nacarados,
fui noche sin luna, por vivirla de prestado.

martes, 11 de diciembre de 2012

III.

Dormitando en el lago del dos mil ocho
quedaron mis sueños postrados,
despojándome así de la ira, 
temeroso de que brotara el tan temido odio.

De aquel lago surgía y surge el pálido reflejo
de una luna vestida en plata,
luna del recuerdo no olvidado,
plata de las siempre lágrimas mías.
No hay olvido mi pequeña niña, que aún ausente
en mis días, serás presente futuro tanto dure esta existencia mía.
Tal vez algún día, tal vez algún día.

Me despojo por necesidad y no por capricho,
sabedor de hablarte en mis sueños,
de quererte, lo que en la lejanía no te sientes querida,
pensándote siempre en mis sueños.
Tal vez algún día pequeña alma mía, perdones esta ausencia obligada.
¡Qué terrible lanza me asestaron, niña mía!  
Y tú ¿Qué vas a saber pequeño Lustrillo? Tal vez, algún día. 

Dormitando en el lago quedaron mis sueños,
reflejando tu carita en sus aguas, 
tus sueños en los míos, una luna vestida en plata.

lunes, 10 de diciembre de 2012

II.

Bebí del cáliz amargo regalado,
sabedor después del engaño,
mientras el paso a paso arrebataba
al espíritu, cualquier escenario.
Tras la verdugo se encontraba mi pequeña,
ausente de su importancia,
tan vital tan necesaria.
¡Qué terrible lanza!
Y fue un ayer, cuándo comprendí el poso del cáliz,
amargura y silencio,
dándome como fruto la ira.
Y fue un ayer, cuándo conocí lo verdadero:
dolor
ausencia
tristeza.
El triste silencio, dolor de ausencia.
Creado tan grandioso escenario,
el tiempo se hizo ajeno,
la niebla en espera del hielo,
como un velo lagrimal.
Caminé entonces sin estaciones,
como vagabundo atemporal,
como el amarillo y negro de Van Goht, sin verde ni azul.
Caminé o creí caminar todos los destiempos del mundo,
yaciendo agua en un desierto, sin oasis, sin ternuras.
¡Qué gélido surca el viento en los ojos del/sin puente!
¡Qué es el hombre sin sueño! ¡Qué encrucijada!
¡Qué terrible lanza!

viernes, 7 de diciembre de 2012

I.

Ser dedo, y boca en hielo.
Así nació, y morirán breves pensamientos,
en silencio, como borrones escarchados;
tic tac del tiempo en mis dedos,
fríos, cálidos, alegres, tímidos, siempre deseosos.
Un quinquenio en el espacio, sin minotauro,
y en cada vértice o lado, trozos y trazos.
Ser dedo, aquel que pulsa un sentimiento escrito,
mientras las palabras yacían en boca gélida
deshelándose para ser nuevamente tragadas.
Y antes de ti lustro maldito, 
la consecuencia de lo que fuíste y trajiste.
Fuíste el fuego sereno, la voz tenue necesaria,
la misma luz que me envió como a Ícaro 
al suburbio húmedo -Dédalo de hormigón-.
Te otorgué tiempo, aquel que me consumía
mientras devoraba yo los silencios,
mientras moraba en el acertijo de ser hombre.
Te cedí voz y palabra por todos aquellos te quiero,
y de ti, me llevé el recuerdo afilado
y la ausencia de tus palabras.
Cada amanecer penetraban con más bravura
sajando mis entrañas y ocultando la luz
de aquel vástago. Asesinándome el aire.
Y fue así;    
Así nació breves pensamientos, de lo obviado,
de la boca en hielo, para yacer siendo dedo, pensamiento.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Fin de breves pensamientos.

Ser dedo y boca en hielo.
Hielo de espera, que gélido surca
entre el puente de tus lejanos tacones.
Grande. 
Oráculo, y de mí en ti.
Ser dedo y boca, boca y dedo.
Amor o sexo, húmedo musgo.
Boca cálida de manzanilla.
Verso, solo verso y muerte en mí.
Las entrañas del tiempo sajan amaneceres
en el hálito tuyo.
Muero en cada Alba tu existencia.
Delfos. Eje del todo y entre mi, nada.
Y sueño.
Soy Leteo, río. 
Destino entre tus tacones, y entre el puente
de él, un te amo.